La alegría hoy en manos de la banalidad de la autoayuda, tiene muchas manifestaciones. Puede ser la calma, la imperturbabilidad, el autogobierno inmanente y singular, la ferocidad de la burla. Pero sobre todo es la ausencia de dos grandes males humanos, llamados esperanza y temor, que hacen que el cogito del sujeto sea la sinrazón más absurda que se pueda concebir cuando se intenta luchar contra lo ineluctable y se obliga al cuerpo a expresarse en el logos del Imperio como única posibilidad social". Otro fin del mundo es posible. Esta no es la primera vez que se derrumban ideales. No tenemos por qué resignarnos. Y menos aún aceptar el aburrimiento y el miedo. Silvestri, desde la mirada cimarrona y perra, nos lo fundamenta aprendiendo de los clásicos.